Se hizo silencio tu voz
y tu calor trocó en hielo,
cuando cegada y feroz
te marchaste de mi cielo;
y viví un instante atroz.
Siguió oscuridad de velo
frente a dicha circunstancia,
y me abracé al desconsuelo
al perderse tu fragancia;
que en ocasiones anhelo.
No se si fue intolerancia
o un capricho del destino,
mas voy a dejar constancia
que me comporté con tino;
sin exhibir arrogancia.
Fui en tu vida un peregrino
que pasó cual simple historia,
sin huellas en tu camino
y tampoco en tu memoria;
simplemente fui un espino.
Tal vez hoy cante victoria
porque rompiste el contrato,
ahora si estoy en la gloria
sin la cruz de tu maltrato;
y el veneno de tu escoria.
Jorge Horacio Richino
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