Mis ardientes conjeturas se desbordan,
me provocan una lluvia de apetitos.
Al mirarla caminar me desvanezco,
me enamoro de su garbo…elegante y petulante.
Sigo el ritmo cautivante de sus formas hechiceras,
el sinuoso andar descalzo que me tienta,
y desafía mi cordura…y no resisto,
me someto a sus encantos
renunciando a la prudencia.
Mi mirada deslumbrada la persigue,
y de pronto se detiene
a contemplar su coqueteo,
descubriendo la silueta imaginaria
de su frágil desnudez enmudecida.
Mis ideas clandestinas desvariaban
pretendiendo secuestrar su dulce magia.
Y así fue que me hice esclavo,
condenado a la apatía inevitable
de sus ojos mentirosos.
Su sonrisa inocente fue una estafa…
y fue la excusa,
me asaltó con su leve monería,
me engañó con sombrías intenciones.
Su aparente timidez me hizo trampa,
Y el rubor en sus mejillas inocentes…
fue el pretexto,
caí en su juego,
me embrujo de tal manera,
que aquel día me entregue a sus caprichos,
fui un antojo nada mas de su venganza.
Ahí empezó mi desconsuelo.
No podía comprender su alejamiento,
y no pude soportar su indiferencia,
me trastornaba con su ausencia,
naufragaba en su distancia,
y agonizaba poco a poco en su abandono.
Morí ahí…esperando su regreso.
No volvió…simplemente no volvió.