Aquella noche azul, tus labios rojos callaban,
por un beso ladrón, se inclinaba tu mirada.
La estrechez de tu cuerpo, el vestido escarlata,
se batía al compás de pasión desenfrenada.
Las estrellas, la luna, los grillos…
testigos del fervor, de la magia,
embriagados por los celos
por la envidia, los invadía la rabia.
Los pétalos de las rosas ruborizaron tu cara,
perfumaron la noche estrellada.
El violín como ave, que al oído volaba,
detrás de ti, la luna… delante de mí, tu alma.
Atraparon mis besos, los corsarios de tu boca,
viven presos en ella, los labios de aquel pirata.