Había una vez un hijo unigénito,
justo debajo de la Luna,
rey de reyes, semilla de David (como costilla) y barro,
Oh, nuevo Adán, perfecto como dios,
desde el espacio exterior grecorromano,
Trance de Cefas, y los apóstoles comiendo de su pan divino,
y el vino, poderosamente revela un misterio en la escritura:
lo hizo descender a predicarse hijo del hombre.
Alegoría terrenal, estrella de Constantinopla,
imperial concilio,
verdadera piedra de Mesías.
Judaico templo, tus pilares sucumbieron,
en tres días no hubo Cristo que te reedificara,
ni higuera maldecida por tu voz de nunca.
En un idioma extranjero,
justo debajo de la luna,
Pilatos se lava las manos correctamente.
Cristo, ya estás aquí, desde que cegaste a Saulo,
ministerio de testimonio, de sacra escritura,
deja de ser revelado y sin duda, ven a la Tierra.