Raúl Méndez Rodríguez

Ella

 

Marie o María creía que Dios

le había bendecido

con un cuerpo enfermo.


Yo amaba a María.

Era tan hermosa como frágil

tan joven como sabia

y sus palabras llenaron el alma

de quienes una vez la escuchamos

decir los secretos de la vida.

Y aún amo su recuerdo.

 

Un día su corazón le

pidió perdón por no poder

aguantar más tiempo

y ella agradeció

su valiente compañía

invitándole a un helado

en un pequeño local de un país

verde, lejano y caluroso.

 

De eso hace mucho:

un treinta de octubre

a media tarde, luego de caída

una ligera llovizna sobre

las llanuras de Guanacaste

y cuando el mundo olía

a tierra húmeda.

 

Ese día su dios y el mío

se pusieron de acuerdo

para que yo le viera

sentarse a dos mesas de distancia.

 

Y mi vista la buscó

hasta que ella me encontró

y entonces le guiñé mi ojo derecho.

Me contestó con una sonrisa

que sobró para saber en ese instante

que ya no había retorno.

 

Recuerdo su mirada

Y ese recuerdo me mantiene vivo.

Pues existo para recordarle y volverle a amar.

 

Ella se levantó sin pensarlo,

se acercó a mi mesa y me dijo:

- Parlez-vous français?

 

Debí parecer idiota,

un idiota impresionado.

 

- ¿Puedo acompañarlo? - dijo después.

Y mi dignidad dio un salto adelante

y recordé la frase:

- Accompagnez mon silence.

Que nunca supe pronunciar o entender.

 

Y ella volvió a reír

y yo reí con ella.

 

Cuanto la amo ahora,

incluso más que en aquellos días

que oíamos las olas en la noche

bajo el furfular de las estrellas

y señalamos cualquiera de ellas

para convertirla en nuestra.

 

Aún amo a María,

y la recuerdo nítidamente.

Recuerdo que nunca gritó

por ayuda o por respuestas

y en cambio, en su agonía

trató de comprender

a quienes pedían auxilio.

 

De eso hace mucho.

Hace mucho que le ofrecí mi corazón

sano y enamorado.

Y hace mucho que ella lo rechazó

regalándome en el acto la vida.

 

Hoy beso el brillo de su recuerdo como

cada vez que leo la palabra amor

cada vez que saboreo un helado

Y cada vez que miro la luz de una vela.