En el estómago se forman, en el corazón habitan,
en cavernas escondidas a la vista de todos
miserias que se propagan como un estrépito vacío,
engranajes de huesos que dan cuenta de orfandad.
Son el camino sinuoso del asombro y cobardía
de quienes no nos atrevemos ni a voltear,
nos fluye el miedo de tropezar con las sombras,
de golpear puertas y abrir paso tan solo a la soledad.
Y es que no se pueden borrar, no se van a voluntad,
no puede acallarse la desesperación, el hambre
del saber, del cuerpo, de los dedos vertiendo deseo,
no se puede tocar la mentira, ni nos llena la existencia,
hemos andado como purgados de la verdad,
se trasminan las lágrimas que tumultuosas
no pueden poner cerrojos a lo que somos,
ni a quienes están ahí en el rabillo del ojo
con sonrisas obtusas mendigando nuestra caridad.