Las flores ya no me reconocen
me miran como si fuera
una extraña.
Los espejos ya no saben
nada de mí
en esas veces
que la vida se vuelve un escenario vacío
lleno de sol y sin sentido.
Los huesos ya no pueden contener
la luz de una mirada.
El mar ya nunca podrá recordarme
y solo quedarán los sueños y caricias
en un nicho de piedra inerte.
Mi ilusión está hecha de palabras
sobre un papel destinado
a volverse polvo y
desaparecer.