Sirdon
es una historia, no un poema
Él nos dijo:
Abuelo siempre nos contaba de un señor al que conoció meses antes de salir de África y que le enseñó muchas cosas. Un día que estaban de paseo por el pueblo vieron un ritual a los Orishas y le contó que años atrás, en otro país, conoció a la reencarnación de uno de ellos, abuelo se sorprendió y le preguntó que cómo era eso posible. El anciano, entre carcajadas le contestó: "tú mismo podrías ser Babalú que está hoy de vuelta para ayudar a nuestro pueblo" y acotó "solo hay Uno que es Luz, nunca lo olvides, a pesar de lo evidente no es posible aún alterar el orden de las cosas tal cual están".
Abuelo nos confesaba que a veces no comprendía mucho a su anciano amigo pero que su curiosidad y admiración por él le hacían esforzarse para asimilar tan dulces palabras que contrastaban fuertemente con la cultura del pueblo e iban contra todo lo que le habían enseñado desde niño: "solo hay Uno que es Luz y nosotros no somos más que chispas diseminadas cual semillas por el campo infinito del Universo, destinadas a germinar en un largo recorrido de regreso a la fuente que es nuestro Padre".
Ahora comprendo que nosotros mismos somos los Santos, los Avatares, los Orishas, los Semi Dioses, vistos con los ojos ingenuos de los más jóvenes, pues "a medida que nos acercamos a la fuente, que es Dios, más brillante se hace la Chispa de Luz que realmente somos".
El mismo día en que abuelo dejó su envoltura carnal nos relató una vez más su historia y finalizó diciendo, justo antes de irse a su alcoba a "dormir, pues se sentía un poco cansado" que nunca olvidáramos aquellas mismas palabras que antes le dijera su amigo el anciano maestro africano la última vez que se vieron, en un patio del edificio de la ONU, en Nueva York, donde trabajaba mi abuelo: "solo hay Uno que es Luz, y esa luz brilla en tu corazón".