Si me hiciste beber de la ambrosía
que brotaba melosa de tus labios,
endulzando la blanda comisura
del mío enajenado.
Si me hiciste probar las dos delicias
que del busto admiraba en cualquier ángulo,
mordiendo cada punta de tus senos
menudos y livianos.
Si me hiciste llegar a lo profundo
del quicio del placer, donde el orgasmo
supura con la exquisita humedad
del tótem consagrado.
Si me hiciste lamer con avidez
de la fuente del néctar incendiario
que raudo escapaba del hondo cráter
del virgo rasurado.
Si me hiciste sorber del manantial
brindando con tu cáliz trago a trago,
haciendo que el efluvio de tu cuerpo
me alzara junto a Baco.
Si me hiciste degustar de tus fluidos
entonando fundidos el bel canto
que versaba de uniones inmortales
y goces derramados.
Si al hacerlo me entregabas el grial
que era ofrenda, promesa y tu regalo,
si era eterno el convite del deleite,
¿por qué me has olvidado?