Inventariando besos, excedentes de mimos,
caricias que aparecen propensas al derroche
sin piel donde posarse, sin dedos y racimos
para exprimirlas, ¿dónde?, malversando la noche.
¿Cómo reconocer que estamos y fluïmos,
si vagamos aislados, sin contacto y sin broche?,
¡lujuriosa cometa donde nos adherimos,
ingrávidos y tensos, entre angustia y reproche!
Valdrá aceptar que somos, -marioneta indefensa-,
mera necesidad, deseosos de alumbre
en la herida sangrante, y un bastión, por defensa.
Inflexibles seremos ante el sol y la lumbre,
invencibles en tanto permanezca suspensa,
detenida en las venas: soledad y costumbre.
Deogracias González de la Aleja