Tal vez hoy las luces grises para siempre se apaguen,
Tan profundas como un sueño, en un bucle interminable.
Y el frío que albergo dentro en un golpe se pare,
Como un perro en la autopista con un coche que no falle.
Entonces sonreiré viendo sombras en un baile,
De viejos conocidos que solo cuentan disparates.
Que dan vueltas en peonzas, caen y vuelven a cansarse,
Aún entendiendo lo macabro de sus danzas estivales.
Pero ¿Quién puede pelear cuando las fuerzas son los baches?
Contra un presente que no existe,
Un pasado interminable.
¿Quién se atreve a preguntar sobre las voces fantasmales?
Que su susurro es tan real como una leve brisa suave.
Nadie.
Allí se esconderán en callejones y soportales,
Esperando el momento de acechar debilidades.
Con las manos en la espalda, repasando los detalles,
Arrastrandose en el tiempo por un precio miserable.
Pues si la memoria es oro el olvido es de inmortales,
Que aprendieron a soñar sin el peso de los lastres.
Para dejar de ser fantasmas, que juegan a ser inmemorables.