Maruja, mujer de encuentros y atardeceres, se refugia
en el barrio de Santa Cruz, callejuelas estrechas con
aroma azahares y silenciosos rotos por amores escondidos.
Tiene ojos moros, brillan sus cabellos y labios. Hasta los
ciegos perciben su mirada y el serpenteo de su cuerpo.
Al llegar la noche, olvida el temblor de la tristeza y el
sangrado duelo de su mirada. Busca en el baúl de los
disfraces su ilusorio carnaval, se viste con volados flamencos,
tacones y claveles. Pinta sus labios con pasta carmín
y sale a festejar la vida.
Va paso a paso por tabernas trasnochadas, atenta, pues
desconfía del engañoso aleteo del amor. Ella quiere arder
en las juergas, sin fundir su corazón en el fuego.
Cruza el puente trianero a orillas del rìo Guadalquivir, que
salpica sus piernas yendo al tablao de Anselma, una gitana
robusta y salerosa que canta.,..
“Enamorarse en Sevilla,
bajo los patios dormidos,
una mañana de feria,
en un abril florecido
Pasé una noche de copas
y al otro día comprendí,
que no había enamoramiento,
que la causa de mis tormentos
era la propia Sevilla y el río Guadalquivir”.
Se dirige a la barra, se sienta en el banquillo, levanta la
falda dejando anunciar sus piernas y ríe.
_¿Qué miran parroquianos, qué quieren ver?_
_Tú, tabernero ven acá, quiero sentir el sabor del cristal
en mi boca, dame una manzanilla para brindar, por el amor,
por la noche y por el amor de una noche._
_ Lo que tú quieras, te doy Guapa... ¡Qué arte tienes, que
arte tienes mujer!
_Anda guarro, a lo tuyo, que tú no eres la hechura que yo
busco_
El tabaco y el vapor del alcohol forman una penumbra
triste y salvaje. Entre juegos de luces y sombras, suben a
la tarima los guitarristas y el cantaor.
Antonio, huele a tomillo y canela, gitano hosco de postura
soberbia y lastre de alma rancia. Templa la garganta, la
voz es un quejido acariciante que turba el alma de Maruja,
Ella busca esa voz y él espera la mirada.
Todo se esfuma en torno a ellos, un sonido de palmas los
acaricia, Maruja taconea a su aire y vuelan sus manos como
viento blanco. Antonio la llama altivo para distraer su alma.
_Ven, mujer, ¿te atreves?_ Necesito sentir el olor de tu
piel.
_Te esperaba guapo_ Bailemos .Quiébrame la cintura
hasta que la brisa de mis cabellos despierte tu rostro
sombrío. Zapatea gitano al son de los yunques calientes._
_ ¿Quieres juerga, Morena?_
_ Abriré tu cuerpo al gozo. Dame los suspiros que abraza
el olor a la canela._
Como un conjuro de duende que entró en la arena, el
paseíllo de la torera fue despacioso, solemne,bailando su
danza de muerte.
En esta corrida conjeturada, él la convirtió en bella
filigrana, haciendo brillar la fiesta imaginada.
Pases, volteretas, miel y romero, con una rodilla en tierra,
jactanciosa, ella abre el rojo capote, le ofrece el pecho y
espera.