Me gusta la intensidad de tu cuerpo
y la hondura voraz con la que me recibe.
Me seduce los altos y los bajos relieves
que me pierden y me buscan,
que me encuentran y hunden,
que alteran y me suben.
Me estremece el vértigo de tu entrega,
tu profunda estrechez que en mí se cierra
y se entreabre,
latiendo como el músculo más puro...
Así, en mutuo devaneo y en desvariados pulsos,
caemos a lo hondo y al profundo
momento en que ya no reconocemos
la eternidad o el fugaz temblor del mundo.