Me remonté al jardín de mi última primavera, había empezado a caer la tarde compungida hostil. Cargando mis sueños rotos en el doblez de la bordada enagua. Sin decir adiós me alejé, la dejé partir. Desde entonces quedaron congelados mis virginales sueños de romántica ingenua.
Hoy no ha cambiado nada, hasta la última campanada que tañe me hace sentir la ruda y majestuosa soledad que aprieta a mi otoño gris. En cada hoja seca que desprende el calendario escribo un verso que me infunda aliento y de pronto, a lo lejos alguien grita, ¡mírame estoy aquí!
Tal vez salió del cuarteto de un verso que pasó desapercibido y no leí,
fue quizá el cierzo que al abofetear mi pálido rostro me hizo delirar,
o la desesperante espera de un complaciente vocablo que nunca a mi vida llegó.
o la promesas sin efectuar de un matinal sueño que al final se evaporó.
Más no me doy por vencida, aún queda un invierno por descubrir.
Probablemente la fría nevisca cale hondo en mi sentir y me despierte nuevamente a la ilusión,
acaso entierre mis melancolías en el cofre del olvido, y así diré que valió la pena lo vivido.
Posiblemente una romanza acaricié mi oído, como la vez en que me sentí la reina de un tibio nido.
En tanto me detendré a esperar al nuevo invierno que presuroso llegará ataviado de promesas,
amorosa le entregaré los trozos de mi ser, que quedaron de mi tierna mocedad. La restaurará con oceánicos besos y en tiernas caricias consolidaremos nuestro inconcluso sueño de amor.
Y brotaran las rosas del nuevo rosal, esparciendo la esencia primaveral, crecerá la hiedra del viejo balcón, como Romeo y Julieta eternizaremos nuestro más grande y sublime amor, nos envolverá un rayo de luz, y nunca más mis ojos volverán a llorar, ni mi cuerpo sentirá esta álgida y terrible soledad.
Todo habrá sido un sorbo de vacua ausencia que llenaré un día con su amada presencia.
Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.
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