Llegado ya a ese punto de equilibrio
en que hayas una agonía que te parece
indiferente, no encontrarás, sin embargo
una medalla que colgarte. No te resultan
las cosas, del todo irrelevantes, mas
con los ojos repasas todo lo visto hasta ahora,
y prefieres luego callarte. En tu locura
o en tu delirio, la carne se asemeja
a un cristal de doble filo, y lejos de amores
y amoríos, presientes cercana la muerte.
Te llega naturalmente, sin atavíos, como
la parasitaria, llega al tronco joven del pino.
Y aunque ninguna ciudad te espere, ni en ellas
tu amor quede fundado, te alegra saber
que todo tu ser, queda así, ni triste ni alegre;
sino en el más completo de los anonimatos.
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