marta CARMEEN

MEMORIA DEL ABANDONO

Solos, tras un pequeño silencio, Santos aprovechó para
preguntar a Rosa.
_¿Cómo era mi padre en realidad?_
La anciana lo miró sin ningún entusiasmo. Luego se levantó
de la mesa, abrió la compuerta del fogón y depositó un
leño.
_Señora, por favor conteste._
Rosa tomó asiento y miró a Santos de frente, por primera
vez, como si ya no tuviese más remedio que aceptar su
presencia.
_¿Cómo murió?_
_Ya lo sabes. Lo mataron._
_ ¿Quién?_
_Eran tiempos de guerra. Mataban a la gente._
_Tal vez, no sé, supongo que él tomaría parte por algún
bando. _
_Nunca._ Tu padre solo se pertenecía a sí mismo. Durante
todo el conflicto siempre se mantuvo al margen. Le gustaba
pensar que era independiente, pero en realidad lo que
sucedía era que formaba parte de la nada._
Santos carraspeó, trató de decir algo, pero solo entrelazó
sus manos sobre la mesa. La anciana dejó caer el tenedor.
Él bajó la mirada hasta el suelo. Rosa continuó hablando.
_ Tenía un aire distinguido, tu padre, como si perteneciera
a una raza superior de personas. Tampoco pasó desapercibido
entre las muchachas…. Qué te voy a contar…_
_ Pero entonces ¿Usted se enamoró de él y no fue correspondida?_
La anciana apretó los dientes.
Santos resopló, Rosa hizo como si no se hubiese percatado
y continuó hablando.
_ Fue traidor, pendenciero y cafishio, nunca amo a
ninguna mujer, solo amaba a su verija dejando hijos
bastardos por doquier._
_ ¿Está insinuando, que usted quedó embarazada de mi
padre y él la abandono?_
Las pupilas de Rosa se clavaron en las de Santos, como si
contemplara una bandada de murciélagos saliendo de sus
ojos. Soltó de nuevo el tenedor.
_ No me abandono, nunca estuvo!!!
Santos carraspeo nuevamente, le impresionaba la manera
en que aquella anciana lo miraba, la forma en que hablaba,
sin lamentos, en posesión de una extraña dignidad.
El sintió dentro de su cuerpo un tren de hielo recorriéndole
las tripas. Tenía derecho a saber, a recordar todas
las preguntas que había olvidado, pero el anochecer le
indico que debía partir.
Rosa endureció el rostro, clavo el tenedor en la mesa,
como sólo ella sabía hacerlo y con voz agria le gritó!!
_ Maldigo el alma de tu padre, que me dejo este amor
duradero._