Creí ciegamente
que nunca más
regresaría a Ítaca
Había hundido la lancha
y los torpederos.
incluso la vela blanca
de Ulises
los tejidos de Penélope
y los atrevidos interesados
ante la ausencia
habían huido insatisfechos
Ya en Macondo
había enlutado bastante
incluyendo mi abolengo de esclava
incluso me gradué de agonía al superlativo
con una maestría en desencanto.
Critiqué a las gaviotas
que se van y regresan
sin importarles la oscuridad
ni la implacable bofetada
aun así, cantan con un fulgor impresionante.
Las miro y lloro
un llanto recalentado
que se agolpa en mis pupilas
y se convierte en látigo
Mis ojos están turbios
flotan sobre los farallones
y el verdugo
continua allí aferrado a la eternidad
clavando cruces sin dar el pésame
Cuánta maldad en los dos lugares
cuántos hombres sin cerebro
y otros encaprichados
en la corona
sin que les toque
Todos vivimos al son del disparate
bebiendo agua turbia
alimentándonos con el mangar del pesimismo.
y al final gritos salvajes
todos para adentro
y los que logran salir a la palestra
van directos al paredón represivo
A veces quisiera que la tierra me tragara
terminar de una vez con la tortura
y el abandono
Nadie imagina como se me cuela
la impotencia
y hace cabriolas en mi interior
sacándome la rebeldía
Pero todo continua igual
aunque te pares de cabeza
o te lances
en el primer agujero