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**~Novela Corta - Prostituta en Venecia - Parte Final~**

Sandra habla con una persona en el hotel. No es Don Polo ni el padre de la iglesia, es un amigo de la infancia de ella, que se reencuentran allí, él, tenía prisa y ella y tan nerviosa por lo sucedido no le da ni el tiempo de decirle todo lo que le ocurre a ella, en Venecia, pero, él le dejó su número de teléfono en una tarjeta. Y que por cierto su novio se la arrebata de las manos y le exige que con nadie la quiere ver hablando. Cuando ella abre los ojos como la hiena que apresa a su presa, pero, esta vez era ella la presa de él. Cuando pasó el tiempo, sólo se dió una espera como la más linda esperanza, pero, no, no, para ella no era así. Esperó por un tiempo más, ya conocía el río y el cruce del río, sólo quiso esperar por un tiempo más. Cuando en el ocaso se abrió como el frío en la noche desértica. Cuando en el alma se dió lo que más cruzó por su mente y por su imaginación. Si en el albergue autónomo de la desesperación fue su mundo muy pequeño y ella sólo quería cruzar ese río para llegar al otro extremo, si era demasiado su ímpetu en obtener, otra vez, su libertad de mujer que amaba cariñosamente a un hombre, el cual, la engañó con palabritas al oído. Cuando su esencia de mujer la perdió y perdió todo, pues, su forma de ser la obligaba a tener que ser prostituida de tal forma, y no logró levantarse. Si en el camino desértico y la luna errática de las noches sólo la ayudaban a pensar y a imaginar lo que más quería ella, salir de ese trance superficial de no querer más ser una prostituta. Cuando en el albergue de su corazón abrigó sólo el deseo en saber algo que no era suficientemente fuerte y como lo logra, pues, cambió definitivamente su forma de prostituirse, le hizo creer a su amor que así era, y que lo había perdonado y que aceptaba la decisión de su amor, pero, no, no fue así. Cuando por el hambre y la forma de trato de ése hombre que se la llevó lejos a Venecia, sólo fue ingenuamente aceptable, pero, su alma y su corazón ardían de rabia, de dolor y de un fuerte rencor y un odio devastador, que por dentro cayó como reo y ser presa de la vida no estaba en su predilección como caminante de ella, y todo porque quedó atrapada de dolor y por una herida en el fondo del mismo corazón, latiendo débilmente, pero, fuertemente en el alma, no había pasado ni unas horas desde que Don Polo la había dejado por última vez en ese hotel barato y lleno de sexo. Su esencia y su virtud la perdió sí, por jugar un juego, en el cual, ella era la protagonista de una escena y de una trama como si fuera una novela de ciencia ficción, sí, de ficción, ella, Sandra, no sentía su vida real ni mucho más verdadera, cuando su rumbo tomó una dirección diferente y no por el consentimiento de ella, sino por la misma fuerza de su amorcito, que le habló muy bonito escuchando palabras tan certeras, e imborrables en su alma, hasta que se la llevó lejos creyendo en él, sólo en él. Ya no era la dulce muchachita que un día amó en verdad a un hombre, el cual, la engañó a fuerza de espada en contra la pared. Cuando no hubo tiempo, ni percepción, y no hubo calidad en piedad por su alma, ni en su corazón un sólo latido, cuando en el alma, sólo en el alma, sólo se dió como una noche triste y con fríos en el alma se baña y se viste para ir con dos o tres hombres por las noches a hacer del sexo vendido una certeza en contra de su terrible voluntad. Y fue tan frío el calor que no hubo tiempo ni condonación cuando su ira devastó a su mente, cuando en el alma se dió universalmente tan oscuro como la luz opaca dentro de su propio mundo. Ella, Sandra, devastada por su pobre vida y sin un centavo, sólo abrió alas y quiso volar, pero, le parece que el cielo llovía, y torrencialmente. Y la tempestad le parecía que no podía más, en ver a sus alas volar tratando de ver una escapatoria y una salida, y se sintió tan fría como el mismo hielo. Cuando en el suburbio de la autonomía se dió lo que más electrizó una manera de ver en el cielo una crueldad de ver el cielo de ese color con nubes de color negro. Y se debatió entre la espera de esperar por el mismo dolor, cuando en el aire se electrizó la forma de creer en la salida y sin compasiones inconclusas. Cuando en la fuerza se lanzó como el mismo imperio de sus ojos con lágrimas. Y se armó de valor, otra vez, cuando quiso huir lejos de ese hotel. Cuando su alma le dió con el pasaje de la vida, de su malvivir, hasta que sus ojos se secaron de lágrimas destrozando su vida. Cuando en el combate por entregar el coraje de ver el cielo con nubes blancas, se tornó desesperadamente solitaria, no tenía amigos ni amigas, y todo porque no hablaban el mismo idioma. Cuando su vida quedó como el mal final de un combate entre buenos y malos. Cuando en aquel encuentro entre ella y Don Polo, no quedó ni la sombra de esa conversación y todo porque ella no sabía el idioma. Y sus alas quebradas y quebrantadas de dolor y de lluvia en sus ojos, sólo quiso ser como el ave fénix, resurgir de la cenizas y sí, que lo haría. Cuando en el presente se debatió una sola compañía en la espera superficial, de creer en el combate de creer en sus alas de cielo, pero, no fue ni era así. Su esencia se mortifica más, se perdió entre el dolor y la furia y la rabia de ser nunca nada, sólo se llamó la prostituta de Venecia. Y se fue de allí, por donde se va el sol en las tardes cuando llega el ocaso frío cuando en el combate de permanecer fría la mala costumbre. Ella, Sandra, se marchó, otra vez, por la selva, sí, por la selva, por detrás del hotel, y cruzó el río, el río por donde se vá la esencia y la mala virtud, y no hubo una condonación sin una irremediable paz, cuando en el ámbito terrestre, se dió la osadía de por el día huir de ese hotel donde se guardó tanto tiempo el maldito sexo y la mala racha. Ella, sólo quería su esencia, su virtud, su decencia, la cual, nunca perdió porque todo fue en su contra y en la falta de su voluntad. Cuando en el convite terrestre de la forma más extraña, se volvió a saber que su cometido fue como la mentira más funesta. Y más irreal y de la forma más caprichosa, en atraer lo que más quedó en la sola alma, cuando en el ocaso se volvió inerte y frío. Cuando el alma se volvió fría y dura y con una decepción que cruzaba hasta el mar perdido con tal de hallar y de encontrar su propia libertad. Y en el alma, sólo en su propia alma vió la luz, esa luz que desde hace tiempo, se dió como el haber fracasado en el tiempo y en su corta vida. Y cruzó, otra vez, el río, tuvo miedo esta vez, porque vió gente rara y extraña y ser de ese lugar tuvo miedo que sólo quería estar en su casa, pero, no, no estaba ni se encontraba allí. Cuando en el alma sólo subió el tren de la vida, cuando quiso en el alma marcharse lejos, cuando en el instante se debió de creer en que ese tren la llevaba de regreso a su vida tan arcaica como tan real. Sólo ella, Sandra, vió una mala cosecha de entregar lo que en regreso se dió una mala decisión cuando en la vuelta de la represión autónoma, de ése amor, sólo quedó como un mal y un terrible recuerdo. Cuando en el coraje de creer en la mala atracción de su corta vida, de ver el cielo de azul en vez de tormenta torrencial, sólo se vió como una mentira fría y como fue toda su maldita vida. Si en el río, sólo se vió autónomo y pretencioso de saber que no volvería a ser la misma de antes. Cuando en el arranque de su voz gritaba a viva voz que quería ser libre y tener libertad de alma y de espíritu. Y se armó de valor, otra vez, y cruzó el río, esta vez se dió de cuenta de algo de que en la puerta del hotel se hallaba Don Polo y con toda la policía en medio de la trifulca en que se había formado, por culpa de Federico, el hombre que la sedujo y que le habló bonito al oído escuchando esas palabras bonitas de amor y que se la llevó lejos, hacia Venecia. Cuando en el trance de la vida se dijo que la vida era más que una sola prostituta de Venecia, cuando en el alma, sólo en el alma, se dijo que se sentía muy devastada, pues, fue él Federico, el que se la llevó lejos de su hogar de ese pueblito en que ella vivía, cuando en el mal trance de la vida, se vió como lo más débil de la vida, cuando en el alma, se vió en la hoja caer en el suelo y volando por el aire. Cuando en la vida se dió como el pasaje de ver el cielo de gris tormenta cuando se dió hasta el mal vivir. Sí, era ella, Sandra, la que en un mar de  sangre había nacido, pues, su madre la parió con dolor y con dolor al mundo sufrió. No quiso ver el cielo de azul cuando en su alma se dió lo más que creyó ella, en el ámbito de ese amor perdido. Cuando en lo perdido del tiempo, se dió lo que más se dió, una mala pasada. Ella, llegó mojada por cruzar el río, y se debatió una sola espera de esperar por el triunfo de que había ganado una partida, y fue Don Polo, el que la defendió de todo cuando ella regresó de vuelta por el río hacia el hotel. Y con la carta que ella le escribió con el diccionario. Cuando en el convite terrestre se dió la forma de ver el cielo de negro, cuando su vida la perdió, pero, así creció como una leona, tomó las riendas de su vida, y se volcó su manera de ver la vida. Y a Federico lo arrestan. Sí, se tornó desesperadamente y pudo volver a su país y a su pueblito, con tal forma de hacer valer su poder como mujer dolorida, inerte y tan fría como la vida misma si ya comenzaba su venganza. Y la vindicta eminente de creer en el momento si se volcó de tal manera, de creer en el desierto y más en la forma de ver el cielo de azul. Cuando en las reglas ya las conocía y se dedicó en cuerpo y alma, a vengar a aquello que se llama mujer. Cuando en el trance de lo vivido se formó el más capricho de lo exótico, cuando su vida y su forma de ver el cielo, se tornó de negro. Cuando en el ocaso frío llegó y tomó y se armó de valor cuando llegó la noche fría, cuando en su esencia de mujer prostituida llegó el mal vivir de vengar a aquello que se llama mujer decente, algo que él, Federico no conocía ni sabía de que existían. Cuando al acecho de todo se tornó oscuro y más el deseo de vengar aquello que se llama sexo de su propio cuerpo y más su presencia y su más grande decencia. Cuando su virtud de mujer la perdió a favor de él, de Federico, cuando su cosecha se dió como lo más terrible del evento que pasó ella, Sandra en Venecia. Cuando en la cárcel se halló Federico y ella sí, se vengó de él, de Federico. Cuando su vida nadie la cambió sino que conoció las reglas del juego y ahora era ella la que jugaba el juego siendo reina y combatió contra un rey que ni un pasó dió, cuando le dió jaque mate. Y su decencia nunca la perdió si regresó con ella como entre la rosa del jardín cuando su vida le juega un juego y conoció sí las reglas y las espinas de la vida misma, que una mujer nunca debe de perder su decente alma y más cuando su vida era la de siempre, pero, su nombre de pila quedará grabado por siempre cuando con sangre vengó su cuerpo, y su sexo y más su decente alma con la más pura e inocente de todo. Y era ella Sandra, la que con sangre cubrió a su alma y dicen que la sangre es más fuerte que la nada si en la nada perdió todo, pero, recuperó todo con su decente alma.



FIN