Se abren ávidos mis ojos, para ver el día naciente.
Elevo mi lívida y encantada mirada frente al Sol.
Amanece y, en sigilo, se oculta la luna creciente.
Y van abriendo los amarillos pétalos del girasol.
****
Delirios de Dios atavían a los árboles frutales .
Se abren ávidas pupilas para ver nacer otro día.
Son lindos de teñidos tonos esos ciclos otoñales.
De ellos, despertamos blandiendo sana alegría.
****
Todo el cielo infinito es ofrenda de halos azules;
y níveas, nubes se mueven al son de los vientos.
En lapsos figuras juegan hacen un fisgoneo de tules.
Corren a lanzar acertijos con distintos sentimientos.
****
Sosegada se hace la estancia frente a la dilecta entrada
y los tibios rayos del sol que nos regala el dueño eterno.
El Sol nos cita a la faena y el brío y la fuerza es reclamada.
Preciosa la alborada, pronto nos trae consigo al invierno.
****
Hoy, voy a plantarme de nuevo en un momento estelar.
He de completar la rutina que la vida nos trae a diario.
Veré los mares y los vientos alejarse del diario trajinar.
Y al ocaso del día y, en ofrenda a Dios, rezaré mi rosario.
****
¡Ciclos de exilios y goces son los nuestro que disputan
el bullicio, en tiempos de caricias tibias y fecundantes.
Y en las danzas, las delgadas siluetas mucho disfrutan;
juguetonas se van convirtiendo en excelsas danzantes!