Y a partir de ese día
me empezaste a odiar,
a abandonar,
a humillar.
A negar tu tibio lecho,
tus dulces labios
tus lácteos pechos, tus sueños
y tu lúbrico sexo.
Y tantas otras cosas
a mi vida negaste,
a mis dedos, a mis labios
a mis ojos, mis sentidos.
Tantas otras cosas
negaste
que prefiero hoy
por el sendero olvidar.
© Armando Cano.