Serenidad
reinaba aquí en la luz de la tarde,
era la hora que ella valoraba,
a sentir y mirar hacia los árboles,
sus colores de otoño espejeados
en la tranquilidad del lago
Sus ojos
reflejaban su calma interna,
no lacrimosos como en años pasados,
cuando cuchillos despiadados
penetraban maliciosamente,
manchando su alma de luto
en un rojo sanguíneo,
mientras el encanto de octubre ,
mucho a su desazón,
cabizbajo y desatendido permaneció
Paulatinamente
se hace la paz con ella mismo,
una cicatriz aún se queda, sin embargo
de una desiderata es consciente,
la alegría para compartir los placeres simples,
la invitación a tomar una copa de vino ,
un vestido nuevo imprescindible,
yemas del dedo extendidas, acariciadas
por la brisa recurrente de la sensibilidad
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La foto propia