Entre campos sin espinas
y cipreses deshojados...
la belleza de tu rostro
desnuda al invierno albo,
Ciudad de los reproches
en tus fontanas languideces...
junto a la alberca de seda fina,
mil azahares...
palidecen,
en descreído y sutil abrazo
te me deshaces
muy despacio,
junto a la alberca
de tu mirada inquieta...
apenas se desvelan,
trescientos
jazmines blancos.