El orgullo derribada esencia
que transcribe un ala desplumada
ala bancaria por tributarios del hombre
que desgajan sus atribulados honorarios
y miran de reojo las bacanales lejanos
del reloj sin aprendices, con carne.
Yo aprendo, ese sinónimo del vértice
de un aire, espabilan en mí territorios invencibles,
cuerpos de una sola espalda, de una vértebra
contraída, besos que la espuma solicita.
Un mar de gajos mis pisadas rotas
sobre las estalactitas ecuestres de entonces
esa derrumbada brusquedad que tiene
todo pasado, la pared o el muro sin frente.
Lo distante muerde mis labios, y en su futuro
sin órdenes, mueren mis ojos.
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