¡Quien se agarrara de mi alma
para detenerme!
¿Quien? en esta procesión de luces,
de soledad que lo llena todo,
de arena donde me pisan todos;
¡Quien me detuviera con un abrazo!
En silencio…
El tiempo con la muerte al hombro
no cesa de golpear…!!
Quien se hundiera en los surcos
de mi carne
con su fresca luz…!!
¡Quien me preguntara por su nombre
cada vez que la recuerdo!
Al vibrar la lluvia,
al trepar por la garganta del silencio
esa voz que resucita,
sin nada de esa sed
que bordaba mi carne un día;
Quien me preguntara algo,
para no quemarme en el frío
que se siente adentro…!!
Quien me diera agua de menta
o toronjil,
ahora que la pena es ubre corpórea
de mi tristeza,
sobre todo ahora que estoy oliendo a oxido
y sarro de auroras viejas.
¡Ah soledad, que cuajas una noticia
sin noticia!
Nos vamos quedando solos –poco a poco-
con lo que hemos guardado,
con lo que hemos atado en el aire;
Nos vamos quedando solos
con toda la ternura enredada en su dolor.
¡Ah soledad!
No podemos volver el rostro sin cerrar
los ojos.
La noche es una flor que se abre
ante mi cuerpo mudo.