¡Nervioso desde el alba, esposa mía!
Mirándome en tus ojos cristalinos,
evoco las imágenes del día
que unimos nuestra vida y nuestros sinos.
Me late el corazón como latía
el día que juntamos los caminos,
y en las Bodas de Oro, ¡quién diría!,
aunamos nuevamente los destinos.
El mismo amor solemne que jurara,
contigo y nuestros hijos lo proclamo
“mirándome en tus ojos y en tu cara”.
En ellos, Guillermina, hoy “te amo”,
y quiero que este pacto lo sellara
el mismo beso aquel, que hoy te reclamo.
Deogracias González de la Aleja