Se ha de regalar toda duda, todo tropiezo.
También, al menos, alguna de las
variadas verdades del universo.
Pero sabemos que ya nadie estará aquí
para completar a la inevitable desolación
de sabor agrio que toda huida tiene.
Todo lo que en aquellos días soñemos
quedará oculto
tras los besos que tantas veces quisiste,
tras los besos que tantas veces pedí
y que siempre se borraron en la oscuridad.
Serán pequeñas las miserias que nos queden:
amontonadas llagas sobre nuestras vidas.
Suerte haber conseguido despertar a tiempo.
Suerte poder dejar todo atrás.
Suerte este abandono
que ha sabido dejar atrás nuestra danza
desierta de huellas.
Huellas que jamás nadie podrá
volver a invocar.