Randy Mueses

Navío errante.

I

Es hora de zarpar marineros, es tiempo de surcar nuestra libertad, nuestra soledad. 
El sol se nos asoma por el Este, cubriendo las aguas azuladas de este océano, nuestro,
tuyo, de vosotros. Ya los albatros han rozado las aguas saladas con las puntas de sus alas.

Adelante marineros llenen los barriles de ron y alimentos, carguen la pólvora, nos
aventuraremos a un gran naufragio, a zarpar que nuevas tierras armoniosas nos aguardan.

Suban el ancla que se avecina una travesía, inhalemos ese olor a grandeza, ese olor a maresia, a barniz.
Dejemos el miedo guardado en el puerto, alegraos que ya es hora.
Pescaremos, bailaremos, nos embriagaremos. Es un viaje sin vuelta atrás.
Alzad y desplegad las velas, el capitán está en el timón para maniobrar nuestro destino.

Remen, remen, allá vamos tierras misteriosas, el sonido de la madera y el agua 
haciendo su constante colisión, a remar marineros que nuestra travesía acaba de iniciar.

II

Han pasado 1,460 días desde que levamos anclas en el aquel puerto ilusorio. Hemos 
seguido el rumbo hacia donde el viento nos ha llevado, nos hemos embriagado en 
noches estrelladas, nos hemos abrigado en madrugadas frías. Hemos presenciado las 
albas primaverales, justo cuando esta a punto de amanecer es cuando es más oscuro y frío. 

El Marfil Dorado se ha visto expuesto a tormentas infernales, a climas ventosos, ha sido
un deleite verlo naufragar en aguas desconocidas, aparcar en cada puerto y que lo 
señalen y digan; “ese es el Marfil Dorado” un navío errante, marineros desolados en 
busca de su libertad, en busca de la paz infinita, en busca del silencio eterno.

Hemos sentido los días pasar, nos contamos nuestras historias, extrañamos en gran 
medida hacer el amor con una hermosa mujer, ahogamos las penas en el ron añejado 
en nuestros hombros, en la luna que podemos tocar con los dedos. Jugamos y apostamos, lloramos y reímos.

Día 1,990 

A bordo, sin mirar atrás, ya sin rumbo alguno, la brújula perdió su sentido. Osados,
desafiando las acaudaladas aguas, hemos bajado de peso, hemos percibido el ocaso 
reflejado en el agua, todo un cielo anaranjado, toda una vida ante nuestros ojos.
A estribor sin saber que nuestro navío ya se hallaba errante.

III

Día 2,194

Perdidos, sin alimentos, el Marfil Dorado ha sufrido daños, solo queda un barril de ron,
el sol es cada vez más caliente y hace añicos nuestra piel, el capitán se ha infectado de 
tuberculosis y más de la mitad de tripulación esta contagiada, algunos ya han fallecido, 
lanzamos los cadáveres como carnada, pero ya la pólvora se agotó y no damos con tierra. 

Las noches son gélidas y casi siempre llueve, hay hambruna, nuestro navío esta
errante, ayer han muerto siete marineros, el capitán tristemente deceso. No tenemos 
esperanza, nuestros cuerpos ya son sal, hemos bajado las velas ya no tenemos fuerzas 
ni ánimo para trabajar. Algunos han decido lanzarse al océano, otros se han colgado en la proa.   

Día 2,204

Quedamos solo cuatro marineros tuberculosos y un navío errante nos castiga el frío,
habíamos tomado la decisión de beber el último barril de ron, un marinero se 
embriago y se arrojó por la borda, quedamos solo tres ebrios, con el atardecer haciendo su aparición,
llega una lluviosa noche y nos quedamos dormidos con bastante hambre. 

Mareados, a la mañana siguiente decidimos beber nuevamente para apaciguar la
hambruna, y el recurrente pensamiento que estamos desorientados en el océano. 
No podíamos resistir un día más sin comer, saco mi revolver con dos balas, abro fuego
contra mis amigos, desgraciadamente, quede solo., el sol era ardiente, al descubierto,
de lo que fue una tripulación de innumerables marineros. Solo estoy yo, solo en la
 nada, en la soledad y libertad que siempre anhelamos todos, en la paz infinita, en el 
silencio eterno, escucho un oleaje calmado, de pronto perdiendo la vista, delirando,
malogrado, un ave se posa frente a mí, era avistamiento de tierra. 

Al final lo conseguí, vi el paraíso, pero mi óbito fue inminente.













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