Con rostro de pena llovía la tarde
y de gris el aire compungía el alma,
mi fuerza de vida se volvió cobarde
y a mi paz volátil se le fue la calma.
Hilos de recuerdos caían del cielo
y me estremecían al pensar en ellos…
“Cuando siempre juntos alzábamos vuelo
para vivir plenos, momentos muy bellos”.
Ojalá que el cielo vuelva a renacer
y cese esta lluvia que me quiebra al medio,
pues no quiero más volver a padecer...
ya dicen de mi que no tengo remedio.
Maldita llovizna de sesgo iracundo
que a tu paso dejas un dolor profundo.
Jorge Horacio Richino Verdaguer
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