ME repito a mí mismo que todo posee sentido.
Enseguida suenan en Poniente las trompetas
de los espíritus benevolentes, los ojos pernoctados
de algunos hombres se abren dejando a un lado
la desidia, y seres de ultratumba transitan
por las calles del fallecimiento diario,
mortificado.
Creo, por un instante, que podré abrir puertas vacías;
mas las injusticias desvalijan cerebros estrictos
para que perpetúen las perversidades
por los siglos de los siglos…
Alguien (tal vez sólo una voz)
manifiesta su malestar ante las riñas
y los asesinatos de los débiles.
“Tiempos mejores vendrán”, asegura.
Mientras tanto, las almas puras
juegan a no ser vistas por los hombres
y mujeres duramente terrenales.