En el eco de la luna,
ahí donde se escurre tu lágrima
y camina solapada tu mentira,
se esconde el fuego de mi voz,
la irritante calma que reposa en mi garganta
esperando la chispa de tu nombre.
Ahí donde el silencio es sólo un mito
y el sonido un imposible,
donde la ironía se descuelga del perchero
y el cenicero canta canciones
al opaco corazón de plomo.
Donde el viento descansa
de su incesante caminar,
donde se seca la lluvia
y la flor se desvanece,
donde la luz es un fragmento
de oscuridad.
Mi voz que ya no rompe,
ya no alcanza,
es sólo una disfunción
de mi sistema,
la tendencia de lo incierta
que se vuelve la necedad
de hablar a nadie,
de saber que hay en el espejo
cuando no se puede mirar.