De cuando me amabas, con gran alegría
conservo el recuerdo de instantes eternos;
instantes que fueron de hermosa placía
bebiendo tu aliento, con besos tan tiernos.
Guardó mi memoria tu esbelta figura,
tus ojos dormidos, tus formas lozanas,
aquellas caricias que fueron locura
que dio a mi existencia preciosas mañanas.
Tu afable sonrisa, tus senos erectos,
tu cuello de cisne, tu rostro divino,
hacían un cuadro de trazos perfectos
igual que las obras del gran Perugino.
¡Por eso en mis noches de largo desvelo
tu imagen de diosa contemplo en el cielo!
Autor: Aníbal Rodríguez.