La historia siempre habló de princesas,
de cuentos encantados y doncellas,
de sueños; de carrozas; de amantes.
siempre esclavas de la tormenta.
La vida nos enseñó la frágil flor,
la mariposa de escasas alas,
del agua pura y serena
que la tormenta arreciaba.
Ellos cantaban su abnegación,
tararearon la conquista de un alma,
ilusiones y libertades rotas
que los locos celebraban.
La humanidad cómplice,
de un silencio que retumba,
y en sigilo el verdugo
que descubierto ejecuta.
Pero yo te recito a ti, mujer,
flor silvestre del campo,
roca de la senda, templaria!
a tí que no tienes amo.
Pero yo te grito a ti, mundo,
para que abras los ojos,
para que sienta tu alma,
para que no bose tu colmo.
Pero yo me detengo a
contemplarte a ti, guerrera,
ni princesa, ni reina de cuentos,
solamente, mujer verdadera..