El día que te vi,
sí, aquel hermoso día;
cada nota de mi guitarra susurró al viento
la dicha de inspirarme en tu mirada perdida.
El día que te vi,
sí, aquella noche azul;
los pájaros volvieron de su lejano vuelo
a apreciar la dulce melodía de tu voz.
He allí yo, añorando el hecho de tocar tus manos.
He allí tú... no lo sé.