marta CARMEEN

RAICES

Mi madre, los días domingo amasaba tallarines, cocía la
salsa de tomate con cebollas y agregaba hierbas verdes,
con aroma a libertad. Me gustaba ver como meneaba sus
poderosas caderas al son de la cuchilla sobre la tabla de
madera y el tango que tarareaba. Era admirable el movimiento
acrobático que poseían sus manos; sostenían el asa
de la cacerola, revolvían la salsa, la salaba y con la punta
del delantal secaba sus lágrimas.
_Nunca me atreví a preguntar
¿Por qué lloras mamá? _
El vapor de la olla pintaba las paredes de la cocina, y
danzaba alrededor de la somnolienta lamparita de luz .
Este ritual dominguero indicaba que mi hermano mayor,
debía ir a comprar el pan, mientras que mi hermana y yo
tenderíamos la mesa.
A cuesta con sus catorce años, salía con la bolsa arrollada
debajo del brazo contando las monedas. Su aspecto era
grotesco, los brazos largos, con relación a su tronco, las
manos grandes, vestía ridículos pantalones a la altura de
las rodillas, que mostraban sus piernas chuecas y velludas.
Como si fuera poco, por los agujeros de las zapatillas,
asomaban, graciosamente cual títeres, los dedos sucios y
las uñas mal cortadas. Su andar era perezoso, dando la
sensación que los pies caminaban delante de su cuerpo
desgarbado.
Escondida debajo de la mesa, le gritaba…
_Pareces un pavo desgarbado._
_Él se agachaba, me agarraba de las trenzas y me arrastraba
por el patio hasta hacerme llorar_
La mirada autoritaria de nuestro padre indicaba, que toda
disputa o juego habían terminado. Debíamos darnos prisa
con el mantel y lavarnos las manos para almorzar. Yo
esperaba se distrajera para encogerme de hombros, a
sabiendas que si me descubría, debía pagar el costo por mi
insolencia con la penitencia de costumbre.
_Quédese en un rincón mirando la pared__
_ Esa penitencia no me amedrentaba porque jugaba con
las arañitas que salían entre los ladrillos y me divertía con
las manchas de humedad que tenía la pared imaginando
carrozas, nubes o bicicletas y yo me subía a ellas.___
Durante las comidas, sólo los mayores hablaban. “Los
chicos así nos decían, debíamos guardar silencio y comportarnos
como adultos.”
_ Que confusión…!!! Mi cabecita no lograba comprender
esa frase. ¿Éramos chicos o adultos? ¿Éramos chicos que
debíamos ser adultos? __
Contrariada, levantaba nuevamente mis hombros y sacaba
la lengua sin que me vieran
Ya en la mesa, la firmeza de la voz y el distanciamiento
verbal al nombrarme, anunciaban el sermón:
_Cállese la boca_
_Siéntese derecha_
_ Quédese quieta…, y agregaba:
_ Qué barbaridad. A esta chica sólo le falta volar…!!!”Te
vamos a cortar las alas como a las gallinas._
Esa sentencia, era más dolorosa que todas las penitencias
que venía acumulando. Despertaba en mí, sentimientos
ambivalentes, ya que me divertía ver, como mi abuela le
cortaba las alas a las gallinas y a la vez me angustiaba
imaginar que mutilarían las mías.
Era muy niña para comprender, que el mandato, no tenía
relación con el gallinero, era más profundo y cruel…
“…Si no saben volar pierden el tiempo las que pretendan
seducirme”…
En pos de mis sueños desafiaba órdenes y amenazas. En
tanto la semilla del deseo de volar brotaba dentro de mis
trenzas, subía a la rama más alta del naranjo, extendía los
brazos y esperaba paciente el crecimiento de mis alas.
Nadie supo jamás, que fascinada por lo maravilloso del
vuelo, cada tarde me elevaba por los aires hasta rozar el
sol y dormía la siesta cobijada por las nubes.
Muchas de las reprimendas tenían razón de ser. Mi
curiosidad y astucia interpretaban los mandatos de
acuerdo a mi conveniencia:
Ejemplo: ” Guardar silencio“ No impedía que murmura
maldiciones “- prohibir mirar“ No impedía que fuera a
espiar por el ojo de las cerraduras” y …“quedarme quieta
“…eso nunca pude, porque mis piernas, eran divertidas,
aun sentada caminaban y bailaban debajo de la mesa.
Algunas veces, accidentalmente, golpeaba las de mi padre,
en ese momento decisivo del combate, usaba mi escudo
benefactor, entornaba los ojos achinados y acariciándome
las trenzas, sonreía con candor angelical. No ganaba la
guerra, pero salí victoriosa en algunas batallas.
En forma imperceptible el tiempo hizo, que mi escudo
resultara pesado y los golpes de la vida fueran certeramente
dolorosos.