Ahora que te encuentras extraviado
no sé cómo llamarte,
si nunca fuiste mío,
si nunca dejamos de acariciarnos.
Deja ya ese orgullo egocéntrico,
esos mares de labios rojos
en los que te alimenta
la noche del consuelo.
Únete al tren que borra nostalgias
y transita por los rieles de mi vida,
pero no te olvides amor
de que no soy pasajera ni mendiga.
Viajo en este tren
desde que nació la madrugada
de tus ojos color café,
y llenó mi mar de fuego,
llenó de almendra mi piel,
de azúcar lejana tu pelo,
de ardientes miradas la noche,
de intocables cuerpos el día.
Y así fuiste del viento,
de espejismo de sol en el río,
de astros en el espacio,
de estrellas en sábanas ásperas.
Súbete al tren del sueño
y deja atrás vagabundos atardeceres
donde tú y varias pieles de lija
rozaban en cama ajena sus seres.
Borra de tu memoria
fieles amantes que nunca faltaban
y limpia tu alma ensangrentada,
líbrate de errados despertares.
Esta vez es la última que te llamo,
si no vienes tu vagón viajará vacío,
se escuchará el aturdidor sonido
de las ruedas en movimiento.
Dejaré atrás tu lamento,
seguiré camino hacia el cielo,
te lo digo por última vez,
mañana parto y no te espero.