Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - Un Alma en el Trémulo de Luz- Parte II~**

A Humberto se le acercó esa luz transparente que venía caminando por la acera, cuando, de repente, la luz se apagó, en el trémulo de luz, y llegó ésa mujer como por arte de magia hacia el automóvil de Humberto. Si cuando, de pronto, quiso inhalar lo que exhaló aire puro, dentro de su propio automóvil. Cuando en la noche irrumpió en un deseo mutuo, el de la mirada tan enamorada y los latidos fuertes en el corazón, cuando en la noche se detuvo entre el frío y el álgido viento, si entre la noche fría, se dedicó en cuerpo y alma, el haber dado rienda suelta, hacia la forma más perenne al amor, puro, e inocente, y de que se habían enamorado si ya la luz transparente entre radiante y trémula, les dió preámbulo de que ya estaban tan enamorados. Cuando en la noche fría, y descendente, sólo se debió de creer en esa luz que el ataba la vida y más la esencia y su virtud de mujer perdida por el mar abierto en la noche gélida. Ofelia, fue una mujer decidida, impecable, feraz y tan real como la misma vida o el propio corazón. Cuando su corta vida, pues, ella se suicida cuando a penas tenía dieciocho años, hacía diez lustros de vida, y su corta esencia y su más débil presencia se debate entre la vida y la muerte y con una luz en el trémulo de luz, en que sólo se debía de creer en la noche fría y descendente. Cuando en la fría noche se sintió su vida entre la bruma espesa y su esencia entre lo que fue especialmente y tan rara esa corta luz entre ese mar abierto lo que más se identificó, como la vida más inerte y más fría, como el deber de creer en esa noche fría. Y su vida, pues, amó a un hombre Ofelia y se suicida una vez en que ése hombre la dejó abandonada como un perro sin amo y callejero. Ella, sin poder lidiar la situación y la desconfianza en ella misma cuando en el combate se electrizó la forma más real de confundir tal forma de amar sin poder elevar ni emanar ni resurgir entre el fuego de ese amor puro e inocente, cuando ella, Ofelia, se suicida cuando a penas comenzaba la vida. Cuando en el suburbio de su propio corazón, se ofreció la calma y la intranquilidad al mismo tiempo, como el estrés dento del mismo interior, cuando en el corazón se hirió fuertemente, y más quedó con una luz de esa alma en plena oscuridad, cuando en el combate real se dió como el mismo momento en que se amó internamente, intensamente y apasionadamente, cuando en el desenlace de su corta vida se dió lo más efímero una sola muerte y tan fría como el mismo suicido. Cuando ella, Ofelia, se vió aterrada y aferrada a verse como tan débil y tan fría, como poder ser inestable como poder cometer aquel suicido devastador, ofensivo, frío e hiriente, y por demás tan real como el mismo camino que ella escogió en ser una muerta del pasado y que resucitó por esos peces del mar perdido. Eran los peces de Humberto, los cuales, ella busca y que desea llevarse para su muerte y con su luz inerte, entre el trémulo de luz en que ella aparece y se desaparece. Sí, era ella, Ofelia, la que un día amó verdaderamente, y apasionadamente y tan real, como el mismo dolor que pasó ella, y que logró derribar y destruir con una muerte tan vil e insospechado suicidio. Cuando ella, Ofelia, se derramó en total de una sangre en plétora y tan abundante como aquel mismo mar abierto. Cuando se suicidó, y quiso ser en verdad una ilusión, la cual, nunca logró, pues, el dolor de ser dejada y abandonada, sólo quiso en ser como una mala suerte y que le traspasó en el corazón una daga tan impetuosa y tan dolorida, como el haber sido destruida y tan herida como el haber sido abatida en la cruel decepción, como poder haber traspasado a Humberto toda la mala suerte. Cuando en el alma se edificó la más cruel desavenencia hacia un mismo lugar petrificando a su alma en el cuerpo. Cuando en el destino frío se identificó como un lugar predilecto para cometer un suicido. Y ella, quiso ser como el mismo mal deseo, y como el mismo instante en que se sintió el fuerte delirio en que desfalleció la calma, la vida y el corazón en su propio destino. Si en el mismo combate de creer en el alma y se desbarató la vida y la mala esencia de poder vivir sin vida. Y ella, Ofelia, desde la acera de la calle de la Cruz, sólo se vé la luz que de ella emana, cuando en el desenlace final se atrevió a desafiar lo que ella calló, cuando conoce esa misma noche gélida a Humberto. Y le traspasa toda mala suerte a él, en cuanto a ella, Ofelia, guardó un corazón y tan enamorado, como el suyo en la misma cavidad en espelunca. Si cuando Humberto, logró arribar a la acera de donde provenía esa luz transparente, inocua y trascendental que de ella, Ofelia, emana cuando en el momento cruel, se dispuso a ser como esa gran luz que se petrificó en el alma de Ofelia. Cuando en el hilo del alma, se destrozó la calma, y el injusto porvenir, cuando por enredar la verdad se interpuso en el camino de Ofelia. 

 

Continuará………………………………………………………………………………