Como soplo acezar es su llegada
después de gélidas noches desamparada,
no viene a salvarme,
pero me ha rescatado de arrecirme
en mi penitente alvéolo,
cimentado con el agobio del pasado.
Llegó para magrear mi cuerpo,
pero ha logrado halagar mi alma
y me he extraviado.
Sin mesura y con galantería,
atiza el fuego en mis orillas,
calcina mis líneas, avergüenza mis días.
Insondable es el silencio,
consecuencia de su partida;
alienta mi agonía, retiene mi vida.