Se escucha tu voz,
apagada a tiempo creciente,
al ruido de un gemir y ser yo tu complacencia,
tiempo de escapar,
de no condenar mi alma a esta gimiente jornada.
Y su llamado, tan tenue, que casi se apaga,
escucharlo tan tibio, qué momento se perdió en esta dolorosa etapa.
Y en el rugir, silencio interrumpido,
y por dios que lograr una fuerza de augurio tan multifacética.
allá en cada entraña de concreto, su sentir, su latir,
el vivir en la propia alma de su fe.