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**~Novela Corta - Un Alma en el Trémulo de Luz - Parte III~**

Cuando ella, Ofelia, se dedicó en cuerpo y alma a amar a Humberto, pues, sí, si se conocieron cuando su automóvil se averió en la misma acera en que ella caminaba llena con esa luz que irradiaba luz, pureza, y angelicalmente como ella siendo un bello ángel, como una Venus, Mata Hari o Juana de Arco. Sólo siendo así, como ellas es que triunfa en la vida dejando la pureza y la terquedad de la inocente inocencia. Cuando en el fin de cada cual, se llevó una vil sorpresa en que cada quién se amó eternamente, como un fin, entre el cual, se dió lo que más se identificó, un sólo amor. Cuando en la noche fría en que se averió el automóvil, se dedicó en cuerpo y alma a amar a ése hombre, el cual, le dió y le entregó amor, como recíprocamente él, Humberto, recibió de parte de ella también amor. Cuando en el albergue de ese amor, calló lo que debió de callar, y subió al auto de Humberto, callando y amando lo que nunca a un sólo amor como el de ellos dos. Y sí, se la llevó, creyendo que era una prostituta que caminaba por la acera vendiendo a su cuerpo por el dinero, que al fin y al cabo, pierden en gastarlo como munificencia malgastada. Cuando en la noche fría se conocieron entre aquel mar perdido y tan bravío y entre aquellos peces que había pescado Humberto. Y era lo que más deseaba ella, esos peces de la red de Humberto, a los cuales, había pescado para la venta y compra de esos peces, los cuales, ella prefería en hacerlos suyos. Cuando en esa noche se abrió de deseos y se amaron sí, si cuando en la noche se amaron, pues, se conocieron como hombre y mujer, cuando en la noche mágica y trascendental, se vieron como un espectro y como un pescador. Cuando en la era de ver el universo clandestino, se amó como el mismo instante en que se abrió la luz de su cuerpo y de su fantasma en la propia alma. Cuando dejó el sol entre aquel mar perdido y el sol en cada precipicio de un cruel abismo y sin más salida que la propia luz de su propio espectro. Cuando en el alma, sólo en su bella alma quedó como luz petrificada y con un color tan natural y tan original como ser un espectro alucinante. Cuando en la noche transparente y en el color azul añil, y tan vil, como la noche impetuosa se amaron locamente como si se hubiesen conocido desde hace muchos años atrás, pero, era su luz lo que atraía a Humberto de ella, de Ofelia, la mujer transparente de inocente inocencia, y de un clandestino rodaje en percibir la luz desde su propio interior. Cuando en el reflejo de la ciencia se debió de automatizar la gran espera de esperar por el cambio de una luz trascendental en el camino de Ofelia, por toda una vida en el desconcierto de luces veraniegas. Si cuando se amaron brilló el lucero como la misma estrella dentro del mismo camino, en que se ganó la espera y tan inesperada en creer lo que más se obtuvo en la calma y en la espera de amarse más y más. Cuando en la noche fría se sintió como el mismo pasaje de vida y de haber vivido constantemente y sin más amor que el mismo amor perdido que le hizo suicidarse. Cuando en el tiempo, y en la noche fría, se sintió Ofelia, más que amada, y más que el mismo imperio de sus propios ojos luminosos cuando en el aire de cada cual entre ella Ofelia y Humberto, se dió lo que más electrizó la forma de amar cuando se amaron aquella noche, cuando se averió su automóvil en la misma acera donde caminaba Ofelia buscando la vida misma en la calle de la Cruz. Cuando en el alma, se debió de creer en la noche fría y tan descendente, como el haber sido como el mismo instinto perdido. Cuando se amaron sí, en aquella noche de soles fríos y de tanta frígida piel, y de un friolero final cuando se desaparece en esa misma noche clandestina de imperio y de sola soledad. Cuando en el instinto se llevó una gran y mágica sorpresa cuando su esencia se perfiló en una noche tan real como aquella en que conoce a Humberto, el del automóvil averiado en la acera de la calle de la Cruz. Y Ofelia, llena de miedos adyacentes cuando su nombre y su vida morían del temor y de la ansiedad inerte y tan fría como el haber sido un día una mujer suicida. Ella Ofelia, se dedicó en cuerpo y alma, en saber que su destino era el de saber en querer amar a conciencia y sin saber que ése hombre se moriría cuando tan pronto supiera de que ella era una mujer suicida. Cuando en el alma se debió de creer en la noche tan fría como tan gélida era el mismo cuerpo y más la misma piel. Y Ofelia lo sabia que el trance vivido se diera como el mismo desenlace final cuando ella sólo ella buscaba a los peces de Humberto que poseían a su vida en la magia del aquel suicidio. Cuando en el imperio de lo trascendental se dió la magia en volver a creer en la propia vida, cuando en el sueño de lo vivido, se aferró a morir trascendentalmente y eternamente, para cuando en el alma fría y frígida y tan álgida, se concentró en hacer creer que ese espectro alucinante se debía de creer que en su forma de ver el cielo de magia estaba y se hallaba viva. Si cuando en el imperio del todo, se debía de creer en la noche y tan fría como el derrumbe de su devastada piel, amando lo que nunca amó, cuando ella se suicidó, sin haber amado a nadie. Si era el 10 de enero de 1935, cuando en el camino de Humberto halla a ésa mujer, cuando en la acera se convirtió en una procesión de fuerza y de debilidades inconclusas, cuando en el camino se debió de automatizar la ira y la salvedad de ir por el trayecto en querer morir eternamente. Cuando en el comienzo de todo se dió como la misma fortaleza de querer morir en el intento de tomar la vida a esos peces mágicos que había pescado Humberto. Cuando en el aire le dió un zumbido o como un silbido contundente al saber que su vida clama por la vil muerte. Cuando en el tiempo, sólo en la misma era, sería como aquella vez en que se amó débilmente, pero, con una grandes e inmensas fortalezas. Cuando en el viento, sólo en el viento se ofreció como el mismo aire dentro de esa luz que le atrapaba en el alma misma, cuando ella salió de ese mar perdido y tan bravío dejando inerte su vida entre los peces de la red que había pescado Humberto en aquel mismo instante. Cuando en el mar aquel se dió lo que más se llevó en el alma, cuando en la noche ebria de deseos se sintió inerte y tan fría, como el mismo imperio soslayando en sollozos de muerte sin cometer y caminó sola y con toda esa luz inerte y tan gélida moribunda de muerte y de un total suicidio en que se debió de alterar la vida misma. Cuando en la noche se perdió un desafío y más un imperio de esos mismos ojos, que por los cuales, se identificaron con la noche fría, y con la luz del alma que cruzaba un solo estandarte, cuando en el alma, sólo en el alma calmó la vida y más la la misma muerte. Cuando en el destino se dió como la misma fuerza en que se dió la vida misma, cuando ella, Ofelia, amó a Humberto, y supo algo de la vida, que el amor estaba en su propio corazón, cuando los peces, ¡ay, de los peces!, tenían a su vida y más la misma virtud de ella misma. Cuando su esencia fue y mejorar la esencia que por delante de todo, se forjó el camino de Ofelia, cuando se derrumbó el alma con una sola luz. Cuando su ingrato porvenir se electrizó la misma pasión y la misma emoción, cuando en el ánimo de lo esencial se debió de creer en el desierto trascendental de la magia de lo vivido entre Ofelia y Humberto. Si entre Ofelia y Humberto, se dió una fuerza en esperar por la buena suerte por haber encontrado y hallado a una mujer así, pero, no era más que un fantasma y un espectro tan irreal que parecía realmente real. Y sí, era ella Ofelia, la que un día se suicidó por amor y por más no hallar el amor en seguir la vida, sino que él la había abandonado y todo por el mismo error de no quererla ni amarla, como ella quería y esperaba. Cuando en el alma, sólo en el tiempo, la llevó a radiar con luz propia como desatando una sola espera, cuando en el alma brillaba con luz descendente hacia lo más nefasto de la noche fría. Cuando en la noche fría se desató fríamente, en cubrir de lleno el gélido viento, cuando en su mundo sólo se electrizó la manera y tan vil de creer en el desierto mágico donde se hallaba ella, Ofelia, cuando su mundo se sintió suavemente y delicado como una forma de atraer el final.  

 

Continuará……………………………………………………………………………………………..