La luna roja de luto
sangraba por los fusiles,
geranios, rosas y abriles,
lloran a cada minuto.
Murió el álamo y su fruto
en tierras de Andalucía.
Sollozos de noche fría
en las calles de Granada,
astado de arena y grada
que muriera en la sangría.
El Genil aún te llora...!
pide al cielo de rodillas
y el limo de sus orillas
por su romancero implora.
Cuando ve llegar la aurora
con la lluvia de la vega,
Fuente Vaqueros se anega
y la lírica entristece.
El Cubillas se estremece
en busca del alma ciega.
Los ángeles del cortijo
aún encienden las velas
y en su flama las estelas
de aquel gitano envoltijo.
Granada… ¿Dónde está tu hijo?
En el perfume del loto,
en la espesura del soto,
en el canto del jilguero,
en versos de un romancero,
o en algún lugar ignoto,
su cuerpo quedó esparcido
por todas nuestras riberas.
Su alma atravesó fronteras
donde bien lo han recibido.
Su legado concebido
en el parnaso inmortal,
nos baña cual manantial
que fluye como cascada.
Los versos de su manada
tienen casta celestial.