Te arrimas a la pobreza, conservando
tu corazón mientras suspiras,
te arrimas al viejo árbol,
como una ternera cantándole
al follaje verde;
¡En tantos lugares estás..!
Junto al agua cristalina
y en el aire como las palomas,
con esa diminuta luz que lleva un brillo intenso
y hace volar a las mariposas
alrededor de tu cintura;
En cada sombra serpea la luz de tus ojos
como ciervos del cielo
que vuelven hacia los parpados grises
donde maduran las penas.
Quien te hizo del dulce barro: ¡Sabía!
Quien te dejó el fuego en las venas:
¡Te quería!
Quien se arrimó a ti: ¡Te necesitaba!
Cobíjalo flor del alma, con tu cabellera
de amapola,
enséñale el camino con tus pies de fruta
que sonríe…
¡Aléjalo con tus manos -de ángel ardiendo-
de cada sombra hostil que siempre
llegan del ayer!
Habítalo con tu abdomen, allí donde convulsiona
el aire frío y florecen
la tibias voces que hacen renacer a mi tristeza.