Laideliz Herrera Laza

Cuando las cafeteras estallen



Salió de la órbita, suspirando:
Ojos de perro azul.
He escrito eso por todas partes…
Gabriel García Márquez.

 

Desando las calles escribiendo frases
como en un cuento de García Márquez.
No logro encontrarte en esta ciudad.
Regreso en silencio, obtengo el destierro,
donde he perdido mi verdadero sino…
No preciso velador… recuerdo,
ni noches para observarte,
tampoco el diálogo
donde tantas veces pudimos estar,
sin embargo,
te he perdido todas las veces
que nos hemos encontrado.
Alimento el entusiasmo de fraccionarme
bajo tu piel eternamente.
Me esfuerzo en difundir la realidad
con mi soledad dentro de tu abismo
donde comparto las horas y esas vidas
que nunca imaginé podrías multiplicar.
Debo apresurarme,
ni un espacio quedará si no te encuentro.
«Ojos de perro azul», dije,
y supe al instante que no era nuestra frase.
Somos más simples,
vivimos en la espuma de las olas
vivimos en mares que se resisten a encontrarse,
que se empeñan en hacerme saber
cuánto quisiera olvidar.
No debería confiarme a tus recuerdos
ni fijar nuestros instantes en el aroma de un jabón.
Mañana otra piel entrará en mis entrañas,
otro cuerpo se fragmentará entre tus manos.
Pudiera encontrar la verdadera frase,
«Cuando las cafeteras estallen otra vez», quizás…
O proponerte que al ver a alguien vestida de azul
la confundas con mi imagen.
Mientras tanto desandaré en silencio
los caminos contigo
absortos en las neblinas de la nada.
Fingiremos la incoherencia…
como si eso nos bastara.