Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - Un Alma en el Trémulo de Luz - Parte Final~**

Y se desapareció Ofelia, tras del amor que le tenía desde hace un ratito, a Humberto, quiso ser como Venus, o Mata Hari o Juana de Arco, pero, al revés de todo, siendo terca, con amor, y una situación entre fuego pasional y perdiendo la total inocencia un conjunto de éstas tres chicas de la misma historia. Ofelia, amó a Humberto y fue su primera vez  e inconscientemente lo amó, lo deseó y lo quiso así, pero, llegó la hora de esa luz transparente y trascendental y casi invisible, pero, no real, se desaparece Ofelia, después de haber amado como una prostituta que era la creencia de Humberto, en contra de ella, Ofelia. Y se quisieron más y más, ¿y se dejaron de amar?, pues, esa noche fue pasional, candente, cálida, le otorgó abrigo a Ofelia, y más que eso un apoyo y sin decir nada, y así mismo ella desapareció de esa y de aquella habitación, en la cual, se amó clandestinamente, como si fueran dos adolescentes que comienzan la relación, y que comienzan a vivir, pero, ella no podía realizar tal cosa y mucho menos ahora, cuando su vida quedó herida, detenida, abatida, y por demás, era una mujer fantasma y una mujer suicida. Cuando en el final de todo, salió todo muy mal, los peces se murieron en la red y por eso es que ella desaparece de allí mismo en un sólo instante cuando se halló en la habitación y amando a Humberto. Y Humberto quedó en “shock”, sin emoción , sin palabras, sin coraje, sin pasión, sin amor, sin percepción, cuando Ofelia se desaparece, si ella, sólo ella, quería amar a un hombre ¿y lo logró?, pues, tal vez sí, claro que sí. Cuando irrumpió en un llanto o un sollozo cuando amanece en la alborada sin ella, sin amor y sin una mujer como ésa, si se llamaba Ofelia el nombre, el cual, nunca lo pronuncia o se lo expresa a Humberto. Solamente Humberto la llama “un alma en el trémulo de luz”, porque aunque tenía y poseía esa luz clandestina que un sólo fantasma sabe hacer, ella quedó atrapada cuando lo vé a él, a Humberto entre la luz opaca y entre un trémulo de luz en que ya casi desaparecía. ¿Y desapareció?, pues, claro que sí, y sin los peces maǵicos más se desaparece Ofelia. Fue todo tan veloz, como el mismo viento roza en el rostro, cuando ella Ofelia, desaparece entre esa habitación, la cual, percibió el desastre de verse solitario Humberto, engañado, y con una mentira al rescoldo de todo. Y fue ella Ofelia, la que murió suicidándose y no se mató ella, sino que mató el dolor, la esencia y la presencia, y la virtud de una mujer que sólo quería ser amada y amar a ése hombre, pero, todo fue infructuoso, él, Rigo, se marchó lejos con sus estudios y ella, se armó de valor fuertemente y se suicidó y quedó varada frente a ese mar que la llamaba como a los mismos peces de ese mar bravío. Ella, Ofelia, vivía frente a ese mar en un pequeño departamento, en el cual, llevó a Humberto a amarse intensamente y apasionadamente. Cuando en ese mismo departamento tomó una soga y se suicidó dejando sangre, pasión y amor, y una carta, la cual, nadie leyó ni lograron encontrar, cuando se suicida la joven llamada Ofelia, hacía más de diez lustros de vida, cuando en el alma quiso y amó a un hombre en total sapiencia y con todo raciocinio, pero, quedó sin nada después de suicidarse y de llevar su vida hacia el mar, el cual, la acogió y le acoge toda su virtud y su esencia de mujer herida y más a una mujer suicida. Cuando, de repente, se vió inalterada la forma de ver el cielo de azul añil esa noche, sólo fue esa noche, la cual, amó como nunca con la locura alterada y tan callada como una endecha canción. Salió de ese trance y volvió al mar a los peces que allí se pescaban los pescadores. Humberto se volvió loco, pudo, arreglar el automóvil en la mañana, y se fue con la carta en su poder, como si fuera un príncipe azul queriendo salvar a su princesa de todo mal. Cuando entró en el delirio y tan delirante cayó en una depresión de psicosis, y la veía en todos los sitios y lugares que él mira y observa. El alma de Ofelia, y esa luz, pero, esa luz transparente y trascendental, sólo le dió preámbulo en que era lo que era un espectro o un fantasma, el cual, se dió por completo en caminar por la orilla del mar y en ser un espectro de luz tan transparente como la vida misma tan callada y tan retraída. Cuando en el suburbio de la autonomía se debió entregar su alma y más su corazón, en saber que el destino era suave y delicado, como que ya se había suicidado y no poseía más vida que la vida misma. Cuando en el mar sí, en ese mar quedó adherida como un imán su vida suicida. Y revivió con los peces, sí, con los peces de ese mar bravío. Que le dió vida y más que eso le dió esperanza de volver a la vida misma, pero, quedó varada allí misma, cuando su virtud quedó atrapada entre esos peces vivos de ese mar bravío. Cuando en el suburbio de la vida, quedó malherida, y con un dolor muy fuerte entre su pecho de infinito deseo. Cuando en el alma de Humberto, sólo veía en psicosis la luz del espectro de Ofelia, y sin saber todavía de la verdad él, Humberto manejaba su automóvil con los ya peces muertos entre su red de pescar. Cuando logró llegar a su hogar se sentó a leer esa carta que halló junto al buró de Ofelia, y la carta decía así…



13 de abril de 1885




Para Usted Amor:




Yo soy Ofelia, y amé a un hombre llamado Rigo, el cual me ha abandonado y se fue a estudiar lejos de mí y de mi alma, dejándome sola y tan solitaria, cuando en el embate de la vida me quiero suicidar y si lo hago es todo por culpa de Rigo. No quiero vivir más y deseo morir por amor y ser arrastrada por amor hacia la misma vil muerte, letal y tan mortífera. Como fui su mujer y ya no quiero más vivir, pues, la vida me ha roto el corazón. 



Ofelia 


Era un papel arrugado y tan viejo de hacía diez lustros de vida. Cuando en el alma, sólo en el alma, Humberto, se llenó de sequedad cuando supo toda la verdad, quiso morir en el instante y más quiso matar en ese momento, pero, se llevó el puño de su mano derecha a la boca y lo mordió, en señal de odio, de desesperación y de un sólo rencor. Cuando en el alma, se llevó una ranura, en la cual, fue como una profunda herida, cuando en el desenlace se convirtió en el alma, y se halló lo que más una mala suerte en que el combate de creer se sintió tan desolado y tristemente abatido, por conocer que ella era una suicida de hacía más de diez lustros de vida. La carta sólo se la llevó a su pecho y se dijo para sí mismo, “-¡¿la encontraré de nuevo?!”-, una pregunta sin respuesta, pero, casi inherente y perenne a la vida misma. Humberto sólo se sintió mal e imprudentemente herido por una mujer que él, Humberto, creyó que era una prostituta de la calle de la Cruz, el 10 de enero de 1935, y no era un espectro casi translúcido y transparente y casi invisible, casi imperceptible, como el haber sido caminante y pernoctando por al calle de la Cruz como una misma prostituta. Si era ella, Ofelia, la que un día se sintió mal, herida y tan suicida como una vil y con una tan mortífera muerte, sólo se llevó una cruel desavenencia autónoma de creer en el pasaje de la vida sin poder vivir con demasiada vil irremediable. Cuando en el desenlace se vió atemorizada de espantos, y de nocturnos deseos, cuando sólo quiso amar a un hombre, ¿y, lo logró?, pues, sí, claro que sí, cuando en su corazón se amó eternamente como esperando la inesperada muerte. Cuando en la noche sólo quiso ser como el ave que vuela con alas de libertad, esperando su vil muerte. Cuando en la alborada crece como el mismo sol, y en cada mala suerte en que se debía de creer que su esencia y su presencia, se necesitaba con mucho ahínco. Cuando en la acera sólo se dió una forma de creer en la mágica transición, de poder sentir la vida misma entre esos peces vivos. 

En el peñasco de la piedra al lado de ese mar bravío donde Humberto pescó aquellos grandes e inmensos peces que le devolvieron la vida a ella Ofelia, llegó Joseph, cuando quiso pescar aquellos peces de gran escala, y que otra vez, le devolvieron la vida a Ofelia. Y pasó nuevamente la historia, pero, esta vez, Ofelia, quiso buscar a Humberto en vez de amar a ése otro hombre llamado Joseph. Cuando en el albergue de amar quedó atemorizado de espantos cuando al regresar a su hogar Joseph, vió a ese espectro alucinante y tan translúcido, y tan real como el haber caminado toda la acera desde la orilla de aquel mar bravío, en el cual, ella revivió y renació y volvió a vivir otra vez. Y sí, eran peces, esos peces, de allí del peñasco de la piedra junto al mar. Y buscó a Humberto a su gran amor el cual, ella amó como segundo hombre en su existir en el más allá, y él, le advirtió de que no quería hablar con ella. Y antes de que murieran los peces y que ella desapareciera que buscara esos peces, para poder morir eternamente. Y los encontró porque era su amigo Joseph, y los mató ella dejando la vida de esos peces muertos ya. 

Después de todo, una noche después de pescar Humberto, halló lo que nunca esos peces vivos, otra vez. Y vió a Ofelia en la acera con su inerte luz, y con su fascinante luz tan fría, como la luz de un fantasma o un espectro tan alucinante como ella misma. Y caminó acera abajo con su única luz fría y tan álgida y con el frío translúcido y transparente como el ir y venir acera abajo por la orilla de ese mar bravío. Si era el 10 de enero de 1935, y ella lo sabía, hacía más de diez lustros que había muerto. Y que estaba muerta y en contra de todo, su luz yace desde su interior, como el haber sido devastada por ese suicido que cometió ella misma. ¿Y se arrepintió ella, Ofelia?, cuando amó intensamente y cruelmente a Humberto, dejando más inerte a su frío corazón. Cuando él, Humberto, sólo halló lo que nunca a ésa mujer que amó intensamente, y apasionadamente, otra vez, en su camino, como, de repente, fue ese amor intenso y recíprocamente correspondido, entre Ofelia y Humberto. Y la amó emocionalmente y más con un solo corazón, cuando su luz le atrajo a sus ojos de mar. Y la conoció y le veneró toda su luz, cuando ella, sólo ella, Ofelia, quedó inerte como su luz trascendental, pero, tan inocua, como la misma ansiedad que le dió amar a Ofelia. Y, la amaba sí, como el tiempo a las horas, como el sol al cielo, y como la lluvia a la tierra, cuando la noche dibujó un sólo corazón y una sola verdad, cuando en el instinto se dió como el mismo universo pintando a estrellas universales, cuando su luz atravesó toda la acera perpetrando una luz tan inerte y tan fuerte como el poder ser como el mismo desenlace final, dentro del mismo imperio, cuando halló lo que nunca a ésa mujer que amó verdaderamente. Y, se le averió, otra vez, su automóvil en el mismo lugar que la conoció y vió su luz translúcida y transparente y volvió a amar… a Ofelia… un alma en el trémulo de luz...



FIN