Ningún ser humano puede resistirse.
Hasta el ser más soberbio se doblega
ante ese sentimiento tan extraño
que mata pero a la vez resucita.
¿Quién puede ser indiferente a eso
tan subyugante que llaman caricias?
Es muy difícil no caer rendido
ante los besos, orgasmos del alma.
Nadie puede salvarse de la condena,
todos algún día seremos prisioneros
de ese sentimiento tan vaporoso,
sutil, hipnótico y alucinógeno.
Hasta los dioses se vuelven sumisos
ante ese sentimiento tan ardiente.
Vibró Afrodita con Ares y Adonis.
Cayó Apolo ante Dafne y las musas.
Tendría que no existir el corazón
para que no exista este sentimiento
tan sublime, tan estupefaciente,
tan misterioso que se llama AMOR.