Algún día voy a llegar sin prisas,
sin mapas ni calendarios,
con el tiempo en las manos como un juguete querido
y con la alegría expresada en la frente,
dibujada a través de un ceño
de esperanza y libertad.
Algún día voy a llegar
siendo el mismo y otro,
y pararé en aquella estación de la Jiménez
donde nos veíamos
para parchar por el centro de ensueños
y paredes coloreadas.
Algún día voy a llegar
y miraré cada puerta del transmi,
hasta que un día o mejor una noche,
salgas por una de ellas
con tu sonrisa dispuesta y los cachetes sonrojados por verme.
Tal vez no te diga nada
pero te miraré como un todo,
y nuevamente el centro será nuestro refugio.
Como dos aves citadinas
que se posan en cada parque,
viendo el ir y venir de las personas
hasta que el amanecer caiga como nosotros
sobre una cama de hotel de la 19
o la Candelaria.