Nadie quiere las penas descalzas
ni con ropa de entre casa,
las quieren con maquillaje
zapatos de tacón y
traje de gala.
Y yo con torpeza
las vestía, las peinaba
les leía cuentos
les preparaba la cena
y las recostaba.
Nunca sentí el reproche
agotado de la tristeza
ni el berrinche de la desazón
o la intranquilidad de la razón
solo el sonido en un chakra
que aún destartalado vibraba
cuando la manivela giraba
haciendo fuerza
y era ...
la mano de un ángel
que no la soltaba.