Hoy la lluvia es compañera de nuestro llanto.
Porque nuestra compañera Plácida, ha alcanzado el límite de sus noches. Ya completó su última actuación.
Liberó sus alas. Sus ojos se abrieron al azul-celeste del cielo, desvaneciéndose la niebla de su alrededor.
Ahora es un hermoso ángel que nos protege con sus etéreas alas, dulcificando nuestro dolor por su pérdida.
Déjanos recordarte en aquellos momentos en que fuiste nuestra compañera, cuando compartíamos en el escenario, ensayos, razones y sobre todo amistad.
Ahora, recorrerás esos caminos imaginables, donde el gran escenario, será el de los grandes actores que alcanza a comprender la obra final de la vida.
Sabemos que no estarás lejos de nosotros, que en este gran teatro de títeres, tú serás nuestros hilos y alentará la actuación.
Estamos seguros que donde te encuentres, aplaudirás y nos darás letra cuándo el olvido, haga presa en nuestras mentes.
¡Plácida!
Tu voz, era de un teñí sonoro, de campanas de catedral.
Tu amplia sonrisa, un regalo para cuando el ánimo declinaba.
Tu fuerza, un empuje ante la debilidad y la dejadez.
Tu equidad, la medida justa para la sinrazón.
Tu templanza, un ejemplo ante la inseguridad y el desasosiego.
Tu generosidad derrochadora, no esperaba recompensa. Tu tenacidad, como un puntal inquebrantable ante el mal.
¡Plácida! como tu nombre expresa, fue un placer conocerte y como tú dirías: (Adelante) el espectáculo tiene que continuar.
Adiós mi niña. Se despiden entre candilejas. Con un montón de besos y abrazos tus amigos–compañeros, quedados aquí. Golpeados por tu ausencia
Nos vemos.
Añboreal