La noche tibia de estío
se profana iluminada
en su mirar.
Blanca de lunas
entre brillantes estrellas
las mejillas y esas lágrimas
de amor pronunciadas.
Él en la negrura de sus ropas
abraza el candor
y sus besos descienden peregrinos
de la dorada sien, a su cuello
entre clamores
de nocturnas aves
en tanto unas pequeñas gotas rojas
se desperdician
en la tierra sedienta.