Ayer te vi, ibas alegre y sonreído,
como si nada malo pasara en ti.
Estabas muy gozoso y envanecido.
No había pensado mal y en ti creí.
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Se me conmovió hasta el alma
y bañada en llanto mi camino seguí.
Olvidarte no he podido y pido calma.
Porque yo del amor, no me arrepentí.
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¡Contigo nada es igual y todo es distinto!
Jamás pensé que sería tan triste tu amor
y en verdad, en ello, me falló el instinto.
No supe predecir que todo sería dolor…
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¡Tanta voz empeñada, tanta farsa obligada,
tanta promesa oscura y en vileza fraguada!
Nada lindo que decir, nada de ti se admira.
Y sólo existe la ira de la ilusión estafada.
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Pensarías que todo era un chiste malo.
Y que te lo gozaste con viciada sorna…
Vejaste mi alma en ello y hoy te señalo.
Pero pronto sabrás que todo se retorna.
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Si algún día, muy cerca de ti me vez;
no te acerque ni siquiera a saludarme,
ya que no habrá nada y ni un tal vez…
De ti, por traidor, decidí alejarme.
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Evoco aquella gris tarde que te alerté:
“Escúchame, jamás engañes a un amor”.
Recuerdo que, muy molesta, te hablé:
“Las heridas de amor se curan con dolor”
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¡Si en el fragor de la pasión hay engaño,
debes saber que andas con un extraño!