Pensabas que ya no te quiero,
que la vida sería una porquería,
que a mirarte nadie se atrevía
cuando con tus amigos te veía.
Querías destacar tu sufrimiento,
que la gente viera tu aislamiento,
solicitabas atención a cada momento,
procurabas exteriorizar tu tormento.
No podías dejar de reconocer,
que la mayor insensatez
era no dejar de creer.
Más, al fin pudiste vencer
cuando comprendí con mi estupidez,
que tú y yo, podríamos volver.